lunes, 8 de septiembre de 2008

Reseña cinematográfica: "Che, el argentino"


Título original: The Argentine.
Nacionalidad: España - Francia - USA.
Género: Biopic / Drama histórico.
Duración: 137 minutos.
Calificación: **** (en una escala de 0 a 5 estrellas).

Advertencia: quien no haya visto la película, que no lea esta reseña.

Che, el argentino es la primera parte de un díptico que narra la vida de Ernesto Guevara, desde su encuentro con Fidel Castro en 1955 hasta su muerte en 1967. La película comienza con la entrevista que una periodista norteamericana realiza al Che en Nueva York. Es 1964 y Ernesto acude a la Organización de Naciones Unidas en calidad de representante de Cuba. Tras unas imágenes reales en las que se presenta a Fulgencio Batista, dictador contra el que lucha el Movimiento 26 de Julio, se pasa a la escena que recrea el encuentro del Che con Fidel, encuentro que fue propiciado por el hermano de éste, Raúl, y que tiene lugar en México en 1955. Así pues, Soderbergh nos cuenta la historia en forma de flashback, algo no muy frecuente en el cine actual, pero que queda relativamente bien. A lo largo de la cinta se combinan imágenes de la entrevista que mencioné en líneas anteriores y del discurso del Che en la ONU (en blanco y negro) con escenas en las que se muestra la lucha de los revolucionarios por hacerse con el control de Cuba (en color). Y digo que queda relativamente bien porque en algunos momentos las imágenes correspondientes al año 1964 cobran tal fuerza que llegan a desplazar a las escenas en las que se cuenta la vida guerrillera de Ernesto, que son las realmente importantes. Esto se aprecia sobre todo en la secuencia en la que el Che se despacha a gusto con Estados Unidos, Panamá y Venezuela en la ONU. La proclama incendiaria del argentino, así como las réplicas de las naciones aludidas y las contrarréplicas del primero son de tal intensidad que eclipsan la narración principal. No obstante, el resto de imágenes están bien ajustadas y las respuestas del Che a la reportera estadounidense aportan mucho, ya que nos permiten conocer mejor al guerrillero.

Che, el argentino se apoya no sólo en la excelente interpretación de Benicio del Toro (Palma de Oro en el último Festival de Cannes), sino también en la de Demián Bichir, que interpreta a Fidel Castro (su parecido físico con el auténtico Fidel es más que razonable, e imita muy bien su voz y sus gestos) y en la de Santiago Cabrera, en la piel de Camilo Cienfuegos. Lo que lamento es que Rodrigo Santoro, que da vida a Raúl Castro, apenas tenga escenas para lucirse. En cuanto al Che, Del Toro nos lo muestra como una persona afable, que se deja querer por la tropa y por el pueblo, pero que impone disciplina cuando es menester (véase la escena en la que condena a 2 de sus hombres a morir fusilados por haber destruido la propiedad de un campesino y por haber violado a la hija de éste, una adolescente), y como un líder carismático y modesto, que no obstante no olvida su profesión de médico y ayuda en todo cuanto puede a los guerrilleros heridos y al campesinado. Es decir, un personaje bien definido, en absoluto endiosado, cuyo pensamiento político conocemos no sólo por sus diálogos con los compañeros de tropa, sino también, como dije antes, por la entrevista que concedió a una periodista norteamericana durante su estancia en Nueva York. La cinta hace una única referencia a la vida personal del Che, cuando una combatiente le pregunta si se quedará en Cuba después de la revolución, y aquél le responde que, ante todo, debe pensar en su familia, que se encuentra en México. Me parece lógico que este tema apenas se toque, ya que el objetivo de la película es contar la vida guerrillera del Che.

Aunque el ritmo de la película es, en general, parsimonioso, no aburre en ningún momento, gracias a las magníficas interpretaciones de todo el cuerpo de actores (apostaría a que algunos de ellos son
amateurs), a los interesantes diálogos que mantienen los personajes principales sobre la ideología comunista y sobre las estrategias que deben seguir los revolucionarios para tomar Cuba, al realismo con que se narra el avance del Movimiento 26 de Julio desde Sierra Maestra hasta las principales ciudades del país, escenas de combate incluidas (destaco el ataque a un tren en el que viajaban tropas de Batista, en Santa Clara) y a los momentos cómicos (la escena en la que 2 guerrilleros, uno de ellos Camilo Cienfuegos, discuten sobre la pronunciación de la palabra ventrílocuo no tiene precio). Sin embargo, el final, aun para tratarse de una primera parte, me parece precipitado. Aunque se da por supuesto que la revolución ha triunfado en La Habana, creo que se debería haber mostrado la llegada de los rebeldes a la capital, y el recibimiento multitudinario que les dispensó el pueblo cubano.

Antes de terminar, me gustaría destacar el hecho de que la película esté casi totalmente rodada en castellano, con lo que podemos disfrutar de las voces originales de los intérpretes y comprobar el trabajo que hicieron algunos de ellos para hablar como cubanos (Benicio del Toro es el ejemplo más claro; un portorriqueño que tuvo que olvidar su acento y aprender a hablar, primero, como un argentino, y luego, como un cubano, de acuerdo a la evolución del
Che). Y en cuanto a los premios que se pueda llevar esta película, hablan del Oscar al mejor actor para Benicio del Toro. Es una posibilidad, aunque no me parece factible ya que hay una parte pendiente de estreno, por lo que no hemos podido ver la evolución completa del personaje, y se trata de un individuo (el Che) que no cae muy bien en la Meca del Cine (meca del capitalismo, por otra parte), y lamentablemente en Hollywood hay sujetos que, a la hora de votar, piensan antes en el personaje real y en sus ideas (Ernesto Guevara, en este caso) que en la interpretación del actor, que es lo que se premia. Pero la Palma de Oro no se la quita nadie.

Teniendo en cuenta todo lo dicho, y sabiendo que se trata de una primera parte, creo que esta película se merece 4 estrellas.

Saludos a todos.

martes, 2 de septiembre de 2008

Elecciones norteamericanas 2008

Las elecciones norteamericanas siempre han despertado interés, y no sólo en Estados Unidos, sino también en Europa. De hecho, son los comicios con mayor seguimiento del mundo, algo normal si se tiene en cuenta que se elige al presidente de la (por el momento) primera potencia mundial. Todo lo que sucede en Norteamérica afecta en mayor o menor medida al resto del planeta, y para prueba la crisis económica que está sacudiendo al Viejo Continente y que, como es sabido, comenzó en Estados Unidos con la crisis hipotecaria.

El 4 de noviembre
los estadounidenses decidirán cuál será su comandante en jefe durante los próximos 4 años: Barack Obama, candidato del Partido Demócrata, o John McCain, candidato del Partido Republicano. El primero se presenta como el revulsivo que necesita su país tras 8 años de administración Bush; el segundo, como un héroe de Vietnam con experiencia acreditada para dirigir la nación. Pero la carrera hasta la nominación no ha sido fácil (especialmente encarnizada fue la lucha en el seno del Partido Demócrata entre Obama y Hillary Clinton). Hagamos un repaso de lo que dieron de sí las elecciones primarias en ambos partidos, un proceso electoral apasionante que, en el caso de los demócratas, mantuvo el interés hasta casi el final.

Primarias / Caucus en el Partido Demócrata

Entre abril de 2006 y febrero de 2007 se presentaron 9 candidatos, de los que sólo 2 (Obama y Clinton) aguantaron hasta el final. Los 7 restantes (entre los que, por cierto, se encontraba Joe Biden, actual candidato a la vicepresidencia del país) abandonaron poco después de comenzar el proceso de elección y, de esos 7, la mayoría, una vez retirados, se comprometió con el proyecto de Obama. Lo cierto es que eran Obama y Clinton los que tenían mayor apoyo económico, habiendo reunido cada uno más de 20 millones de dólares durante el primer trimestre de 2007. Ya se sabe, cuando el candidato se gana el favor de los sectores más acomodados de la sociedad (los ricos, en definitiva) puede llegar muy lejos, aunque no esté en absoluto dotado para la política (George Bush Jr. es un ejemplo claro), pero cuando no hay presupuesto el aspirante sabe que no hay nada que hacer, a pesar de que sea un orador brillante y esté capacitado para asumir el mando de su país. Y esto no es exclusivo de Estados Unidos. Pasa lo mismo en el resto de democracias. Pero no nos dejemos abrumar por la cantidad de dinero que se mueve en las primarias, y veamos los resultados de las mismas.

Las primeras elecciones se celebraron, como es tradicion
al, en Iowa, donde Obama obtuvo el 38% de los votos y Clinton el 29%. Fue, sin duda, un duro golpe para Hillary, pero no cayó en el desaliento. Decidió cambiar de estrategia, tal y como le aconsejaron sus asesores: debía mostrar su humanidad, esa cualidad que parece no existir en los políticos. La gente tenía que ver que era de carne y hueso, que se podía emocionar con las pequeñas cosas. Y así fue. Antes de que se celebraran las primarias en New Hampshire, respondió a la pregunta de un votante con los ojos húmedos y la voz entrecortada. Ganó a Obama por un estrecho margen (3%) y se adjudicó las primarias de este estado. A mi juicio, fue una victoria vergonzosa, y muestra hasta dónde puede llegar un político con tal de hacerse con un puñado de votos; por otra parte, pone de manifiesto cuán fácil es convencer a ciertos votantes. No hacen falta propuestas, sólo dar pena. Reconozco que, desde un principio, apostaba por Hillary, pero tras este bochornoso espectáculo, prefería que ganara Obama.

Tras las primarias celebradas en Nevada y South Carolina (que ganó Obama) y las que tuvieron lugar en Michigan y Florida (que ganó Clinton de forma aplastante, aunque fueron impugnadas porque se habían celebrado antes del 5 de febrero, cuando el Comité Demócrata lo había prohibido expresamente), llegó el supermartes, día en que votaban 23 estados. Obama venció en 12 y Clinton en 10 (en el restante, Missouri, empataron). No obstante, ambos obtuvieron prácticamente el mismo número de delegados (847 para Obama y 834 para Clinton). Fue un empate técnico. Parecía que la carrera por la nominación iba para largo.

A finales de feb
rero, Obama aventajaba a Clinton en 157 delegados, y estrechaba el margen en el número de superdelegados (240 frente a 191). La mayoría de las primarias que se celebraron a partir de marzo fueron adjudicadas a Clinton (9 frente a 7), pero el 3 de junio Obama superó los 2.117 delegados (y superdelegados) necesarios para ser designado candidato a las elecciones presidenciales por el Partido Demócrata. La carrera había terminado, pero Clinton no reconoció la victoria de su adversario hasta 2 días después. La verdad es que el comportamiento de Hillary hacia el final del proceso electoral deja mucho que desear. En las últimas semanas sabía que la probabilidad de hacerse con la nominación era mínima, pero aun así siguió presentándose en los estados que todavía no habían votado. Sus compañeros de partido le pidieron que se retirara, pues los republicanos ya habían elegido a su candidato. La división en el seno del Partido Demócrata era evidente, y su obstinación sólo contribuía a acrecentar esa divisn. Lo sabía, claro que lo sabía, pero era incapaz de admitir (hasta que se vio obligada) que un senador con poca experiencia, que soñaba (y sueña) con un mundo mejor, que había hecho del cambio y la esperanza los lemas de su campaña, hubiera conquistado el corazón de la mayoría de los demócratas. Sabía que su empecinamiento dañaba al partido, que eran carne de cañón para el Partido Republicano, pero no quería ceder. Hay que ver hasta dónde puede llegar la ambición personal.

Ahora Hillary y el clan Clinton hacen campaña a favor de Obama, pero saben que si Obama pierde, ella tendrá otra oportunidad dentro de 4 años. El hecho es que la división en el Partido Demócrata es patente. Lo que veremos en las elecciones del próximo 4 de noviembre es si, para los votantes demócratas, el proyecto que defiende su partido está por encima de los personalismos. Por el bien del mundo, esperemos que sí.

Primarias / Caucus en el Partido Republicano

Las primarias celebradas en el Partido Republicano no fueron tan interesantes como las que se celebraron en el Partido Demócrata. La carrera por la nominación comenzó en marzo de 2006, y fueron muchos los que se presentaron, pero al empezar las primarias y caucus se vio quiénes tenían mayores probabilidades de hacerse con la nominación: Mike Huckabee, John McCain y Mitt Romney. De hecho, a partir de enero de 2008 todo giraría en torno a ellos.

Fue en Iowa don
de tuvieron lugar las primeras primarias, y fue Huckabee quien las ganó: un 34% de los votos fueron para él, mientras que Romney obtuvo el 25% y McCain se tuvo que conformar con el 13%. En New Hampshire, en cambio, fue McCain quien arrasó. Romney sabía que necesitaba una victoria si quería seguir compitiendo. Y la obtuvo. En Michigan. Los 3 candidatos tenían posibilidades, pero las primarias que se celebraron de aquí en adelante fueron definitivas. Tras las victorias de McCain en South Carolina y Florida (Nevada fue para Romney) llegó el día en el que se podía decidir casi todo, el supermartes. De los 21 estados que votaron, McCain ganó en 9, Romney en 7 y Huckabee en los 5 restantes. A estas alturas, McCain contaba con cerca del 60% de los delegados necesarios para obtener la nominación. Era el virtual candidato. Romney, consciente de que su continuidad sólo contribuía a dañar al Partido Republicano, se retiró de la contienda y cedió sus delegados a McCain. Huckabee, en cambio, siguió en la lucha, pero no por mucho tiempo. A mediados de febrero, George Bush Jr. dio su apoyo a McCain, y la mayoría de medios, por esas fechas, ya trataban a éste como el candidato de facto. Huckabee se retiró el 4 de marzo, cuando McCain alcanzó el número de delegados necesarios para obtener la nominación.

Así, en 2 meses, los republicanos eligieron a su
candidato. Un candidato que, desde el mismo día en que fue nominado, empezó a atacar a los demócratas cuando, como hemos visto, éstos estaban inmersos en una guerra intestina que duraría ni más ni menos que 5 meses.

¿Qué opciones tienen los candidatos?

A dos meses de las elecciones presidenciales, y desde el punto de vista de un europeo, parece que Obama es el favorito. Pero, desgraciadamente, los europeos no podemos votar en los comicios estadounidenses (siendo la primera potencia del mundo, y dependiendo como dependemos de sus acciones, deberíamos poder), así que tendremos que ponernos en la piel de un norteamericano. Y aquí surge la pregunta: ¿qué tipo de norteamericano? ¿De qué parte del país? Porque no es lo mismo un norteamericano que vive en New York que uno que vive en Texas. Recuerdo que hace 4 años no daba un duro por la reelección de Bush. Trataba de convencerme a mí mismo de que la mayoría de los estadounidenses tenían criterio, de que sabían diferenciar a un sujeto como Bush (que, por cierto, nunca debió ser presidente, pues las elecciones de 2000 las ganó, en realidad, Al Gore. Pero todos sabemos que la ayuda de un padre, sobre todo cuando se trata de un ex presidente, no tiene precio), un títere de los magnates del petróleo, de una persona como Kerry, culta y preparada. Y todos sabemos lo que pasó. Si veis el mapa de las votaciones en las elecciones de 2004, sabréis por qué pasó.

Los estados en color rojo son los ganados por la pareja Bush/Cheney, y los estados en color azul representan los ganados por la pareja Kerry/Edwards. Se puede observar que la Costa Oeste, la parte norte de la Costa Este y la región de los Grandes Lagos, son demócratas, mientras que el interior, el corazón de América, es republicano. Los estados que votaron mayoritariamente al Partido Demócrata son los más desarrollados económica y culturalmente, y en general sus habitantes son más liberales que los que viven en el interior, sin duda más tradicionales, que votaron de forma mayoritaria al Partido Republicano.

A la vista del mapa, es evidente que, si Obama quiere obtener la victoria en las elecciones, debe ganarse el favor de ciertos estados que hace 4 años vota
ron republicano y, por supuesto, mantener los que tiene. Entre los que pasaron a manos republicanas por un estrecho margen de votos se encuentran Iowa, Nevada, New Mexico y Ohio, y es ahí donde Obama podría plantar cara a McCain. David Plouffe, el jefe de la campaña del candidato demócrata, cree, no obstante, que Obama podría dar guerra en otros estados, como Georgia, Louisiana, Mississippi, es decir, el Sudeste, y Virginia, donde no gana un demócrata desde 1964. Por otra parte, Obama no debe perder de vista estados como Michigan, New Hampshire o Pennsylvania que, aunque en 2004 votaron demócrata, bien podrían cambiar de manos, pues la diferencia de votos entre ambos partidos no es, en ningún caso, superior al 4% del cuerpo de votantes.

En cuanto a grupos sociales, es imprescindible que Obama se haga con el voto negro y la
tino y, por supuesto, que incorpore al mayor número de blancos a su causa. El primer grupo parece que votará, mayoritariamente, por él. Sin embargo, el apoyo de los latinos no está claro. Aunque en las primarias obtuvo el voto de un número nada despreciable de latinos, la mayoría apostaron por Clinton. Y ahora surge el interrogante: ¿actuarán como verdaderos demócratas, o votarán a un republicano con tal de evitar que el hombre que derrotó a su Hillary llegue a la Casa Blanca? Con respecto a los blancos, me pregunto si habrá una mayoría clara dispuesta a votar a un negro. Ya veremos si, como dice Obama, las ideas están por encima del color de la piel.

Precisamente, la elección de Joe Biden como candidato a vicepresidente podría hacer que muchos de los blancos a los que me he referido, reticentes a apoyar a Obama, acaben votándolo. Además, Biden es mayor (65 años) y tiene mucha experiencia en política internacional, uno de los puntos débiles de Obama. Juntos parecen un equipo imbatible, preparado para hacer frente a cualquier desafío, dijo una delegada de Kansas después de que Biden aceptara la candidatura a la vicepresidencia. No son imbatibles. De hecho, a 2 meses de las elecciones, no está claro que vayan a ganar. Y en un país donde George Bush Jr. fue reelegido puede pasar cualquier cosa.

Como que gane McCain. No es descabellado pensarlo. Sí, es un individuo bastante mayor (72 años), y es poco probable que se haga con la mayoría del voto joven y negro. Pero es un soldado. Un héroe de Vietnam. Algo muy del gusto de los norteamericano
s. Se presenta como un hombre curtido en mil batallas que sabe proteger a su pueblo (algo que, según los republicanos, le diferencia de Obama). Ha elegido a una mujer, Sarah Palin (actual gobernadora de Alaska), como candidata a la vicepresidencia, para que se vea que el cambio no es patrimonio de Obama, que él no es Bush (algo que no se cansan de repetir los demócratas, que dicen que elegir a McCain sería como darle un tercer mandato al actual inquilino de la Casa Blanca). Pero también la ha elegido para conseguir el voto femenino; es un claro guiño a las mujeres que apoyaban a Hillary Clinton, a las que llaman las viudas de Hillary. Además, quiere transmitir la idea de que, a diferencia de Obama, tiene los pies en la tierra. Insiste en que sería peligroso que un soñador alcanzara la presidencia del país, y más teniendo en cuenta los tiempos en que vivimos, con una crisis económica galopante y una Rusia muy agresiva.

Las opciones de McCain pasan por mantener su dominio en el interior, algo no muy difícil, y no perder los estados en los que la diferencia de votos entre los 2 partidos era mínima en 2004. Centrará su discurso en la figura de Obama y evitará hablar de temas espinosos, como la guerra de Irak o Guantánamo; además, tratará de convencer a los norteamericanos de que, aunque ha votado a favor del 90% de las propuestas de Bush, él no es Bush.

En fin, la campaña promete ser apasionante. En estos 2 meses pasarán muchas cosas, y no dudo que ambos partidos sacarán todos los trapos sucios de los candidatos rivales para intentar desacreditarlos. Lo que espero no oír son frases de tintes racistas o machistas.

Sobre el candidato que convendría a España y, por extensión, a Europa: Obama, sin duda. Aunque quiera a su país y sepa que es el más poderoso del mundo, también sabe que no es el único. Hay muchas otras naciones que pueden no estar de acuerdo con sus políticas (como sucedió con la invasión de Irak) pero es consciente de que hay que respetarlas. Y, en cuanto a McCain, siendo como es de la cuerda de Bush, no es difícil adivinar cómo trataría a sus aliados europeos.

Bueno, ahora todo depende de los norteamericanos... Sé que no es fácil, pero espero que, cuando voten, piensen no sólo en lo que más interesa a su país, sino también en lo que más conviene al resto del mundo. Que no es poca cosa.

Saludos a todos.