domingo, 8 de marzo de 2009

Análisis cinematográfico: "La Ola"


Título original: Die Welle.
Nacionalidad: Alemania.
Género: Drama.
Duración: 110 minutos.
Calificación: **** (en una escala de 0 a 5 estrellas).

Advertencia: quien no haya visto la película, que no lea este análisis.

El 18 de febrero de 2005 se estrenó en España El Hundimiento, una película de impecable factura que narra los últimos días de la vida de Hitler. La interpretación de Bruno Ganz, que da vida al führer, no dejó indiferente a nadie, ya que mostraba su lado más humano. El director de la cinta, Olivier Hirschbiegel, sabía que crearía polémica, y que ciertos sectores de la población, especialmente los judíos, protestarían airadamente. Sin embargo, es ésto precisamente lo que diferencia a El Hundimiento del resto de películas que tienen a Hitler como protagonista. Nadie en su sano juicio niega que fuera un dictador cruel y sanguinario, pero, ¿era tan déspota con sus seres más queridos? ¿Es imposible pensar que amara a la que sería su esposa, Eva Braun, o sintiera cariño por su secretaria, Traudl Junge, en cuya historia, entre otras, se basa la cinta? Puede entenderse que en Alemania el tema Tercer Reich y todo lo que supuso levante ampollas, pero ocultarlo carece de sentido. Pasó, y punto. ¿Por qué no producir películas que aporten una visión más original sobre esta cuestión? Hay que agradecer a Hirschbiegel que se atreviera a contar esta historia, y que otros realizadores, como Dennis Gansel, director de La Ola, sigan por esta senda.

El punto de partida de La Ola es un suceso que tuvo lugar en 1967 en una escuela de Palo Alto, California (Estados Unidos de Norteamérica). El profesor Ron Jones, que impartía Historia en dicha escuela, no supo qué responder a una pregunta formulada por un estudiante. La pregunta era la siguiente: ¿por qué el pueblo alemán consintió el Holocausto? Tras reflexionar, Jones propuso a sus alumnos un experimento: instaurar en el aula un régimen autocrático, a imagen y semejanza del régimen nazi. La disciplina era férrea, y las órdenes del líder no podían ser cuestionadas. Jones llamó al movimiento La Tercera Ola, creó un saludo similar al utilizado por los nazis, que los estudiantes debían emplear incluso fuera del aula, y enseñó estrategias a sus cachorros para captar más personas. El número de adhesiones creció de forma espectacular: el primer día de clase el movimiento contaba con 30 miembros, pero al término del tercer día ya se habían inscrito más de 200 personas. Jones estaba sorprendido por la lealtad que mostraban sus alumnos hacia La Tercera Ola, una lealtad que llegó a extremos insospechados, ya que algunos de los estudiantes empezaron a denunciar a los compañeros que no cumplían las normas que habían sido dictadas por el líder. Viendo que el experimento se le iba de las manos, Jones decidió ponerle fin, y para ello dijo a sus alumnos que lo que habían vivido durante los últimos días no era más que una reproducción de un régimen fascista, de la que voluntariamente habían formado parte, y a continuación proyectó una película sobre el régimen nazi. Se dice que, durante la experiencia, uno de los alumnos se suicidó, pero este hecho no está documentado.

Pues bien, Gansel traslada estos hechos a la Alemania actual. Rainer Wenger (el equivalente a Ron Jones) es profesor en un instituto germano. Mantiene una estrecha relación con sus alumnos, pero el trato con la mayoría de sus colegas es frío (los únicos maestros que se llevan bien con él son la directora del centro y su novia, Anke, con la que va a tener un hijo). Aunque le habían encomendado impartir un curso de anarquía, un tema que le apasiona (fue okupa durante 5 años y le interesa la lucha obrera), al final tendrá que hablar a sus alumnos sobre autocracia. El objetivo de este curso es explicar a los chavales las características de un régimen autocrático, haciendo hincapié en los peligros de dicha forma de gobierno, y mostrarles las ventajas de una democracia. Para ello, Wenger diseña un experimento similar al de Jones y, al igual que sucedió en éste, las consecuencias serán terribles. El director de la cinta muestra maravillosamente la evolución de los alumnos: al principio de la experiencia, la mayoría no se sienten cómodos, pero el ser humano es curioso por naturaleza, así que todos, salvo 3 (que acabarán volviendo), se quedan en clase. Quieren saber cómo se desarrollan los acontecimientos. El profesor Wenger se erige en líder por aclamación popular y exige a sus alumnos que cuando deseen dirigirse a él le llamen señor Wenger y que cuando quieran hablar pidan la palabra y se levanten. Para justificar ésto último, por ejemplo, les dice que levantarse mejora la circulación, esto es, les imbuye ideas que, aunque no son falsas, no responden a su propósito principal: militarizar al grupo. Les ordena marcar el paso y fomenta el espíritu de camaradería. Poco a poco, los estudiantes se acostumbran a la nueva situación, y sienten que forman parte de una comunidad a la que todos pueden acceder. La noticia de que un profesor imparte clase de una forma original (aquí podría establecerse un paralelismo con El club de los poetas muertos, pero ahí se queda, pues las temáticas de ambas cintas son totalmente diferentes) se extiende como la pólvora por el instituto y, de hecho, el curso de anarquía pierde alumnos en favor del de autocracia. El número de adhesiones crece, y el movimiento necesita un nombre. Por votación, los estudiantes eligen La Ola. Diseñan un símbolo, proponen un saludo y eligen un uniforme. Pero empiezan a aparecer problemas: los miembros difunden su mensaje mediante pintadas, cometiendo actos de vandalismo, que en ningún caso contaban con el visto bueno de su líder, se enfrentan a los anarquistas, y niegan el paso al instituto a los que no realizan el saludo o no visten la camisa blanca de rigor. Salvo algunos, que no fueron absorbidos por el movimiento, la mayoría están descontrolados. La situación es insostenible y, de hecho, explota en un partido de waterpolo. Los alumnos de Wenger que aún conservan el sentido crítico lanzan octavillas en las que piden que se detenga La Ola, por el peligro que entraña, y todo acaba en un enfrentamiento abierto entre las aficiones de ambos equipos, uno de los cuales dirige el propio Wenger. Es entonces cuando el profesor trata de poner fin al movimiento, aunque el espectador intuye que es demasiado tarde. Para ello, convoca a los chavales mediante SMS a una última sesión en el auditorio del instituto. Allí echa un discurso que no desmerece en absoluto de los de Hitler, y durante su intervención uno de los alumnos protesta y exige el fin del movimiento. Ante esta traición, Wenger ordena a sus fieles que lo detengan y lo suban al estrado. Sin embargo, es todo un ardid para hacerles ver en qué se habían convertido. Les dice que han ido demasiado lejos y que La Ola se acabó. Pero no todos están dispuestos a admitirlo. Uno de ellos, el más paranoico de todos, amenaza al auditorio con una pistola. No quiere que La Ola muera. Es su vida. Dispara a uno de sus compañeros, y apunta a Wenger, al que le dice: si da un paso más le pego un tiro en la cara. Wenger, con frialdad, le responde: ¿y qué pasará entonces? No habrá ningún señor Wenger que dirija tu Ola. Es entonces cuando el alumno comprende que no hay vuelta atrás, y se suicida. Finalmente, Wenger es detenido.

Una de las cosas que hace grande a esta película, además de la magnífica labor de dirección (Gansel tiene 35 años y ha realizado, hasta la fecha, 7 películas, por lo que no es un novato) y de las actuaciones (tanto la de Jürgen Vogel, que interpreta a Wenger, como las de los jóvenes que dan vida a sus alumnos, son muy buenas), es el hecho de que, además de la vida de los chavales en el aula, se explore su vida personal. No es ningún secreto que los individuos que no tienen familia o que tienen problemas familiares, esto es, los emocionalmente inestables, son los más propensos a ingresar en una secta o en un movimiento político de tendencias extremas. Pasan de estar solos o casi solos a estar rodeados de otros individuos que los entienden, y el grupo se convierte en su nueva familia, por la que incluso darían su vida. Esto se observa perfectamente en 2 de los personajes: Marco, que solo tiene a Karo, su novia, ya que perdió a su familia; y Tim, proveedor de droga del grupo y cuya familia parece no aportarle mucho. La evolución de Marco es mucho más gradual que la de Tim. Aunque da muestras de individualismo cuando juega al waterpolo, es un chico afable y cariñoso, que adora a su novia. Sin embargo, su carácter va cambiando a medida que Karo se desmarca de La Ola, y hacia el final de la película se enfrenta a ella: la reprende por haber repartido octavillas en las que se pedía el fin del movimiento durante el partido de waterpolo y la responsabiliza de que su equipo perdiera el encuentro. Al final, descarga todo el odio acumulado pegándole. Eso sí, se arrepiente y acusa a Wenger de haberle transformado, y acaba haciendo suya la exigencia de su novia: que ponga punto y final a La Ola. Es decir, su sentido crítico no ha sido anulado, a diferencia de lo que sucede con el de Tim: al comienzo es un chico marginado que se dedica al trapicheo, pero su vida cambia radicalmente cuando se matricula en el curso de autocracia y conoce a Wenger, con cuyos planes se muestra entusiasmado desde el principio. Es, sin duda, el más disciplinado de la clase. Sigue ciegamente a su líder, y llega a ofrecerse como su guardaespaldas, pues cree, en su paranoia, que corre peligro. Cuando tiene que renunciar a La Ola porque su líder así se lo exige, prefiere pegarse un tiro. Su vida carece de sentido si el movimiento muere. Esto recuerda a los militares y políticos nazis que preferían suicidarse antes que vivir en un mundo sin nacionalsocialismo. Son los ejemplos más claros, aunque no son los únicos personajes que evolucionan: ahí está Dennis, flamante director teatral. Al inicio de la cinta no sabe cómo hacer frente a los caprichos de los actores, pero tras haber aprendido modales en la Academia Wenger esos problemas dejan de existir: con aires dictatoriales dice al cuerpo de actores que todo se hará a su manera. Y no hay más que hablar. Por otra parte, está Karo: al principio participa en las clases, pero cuando descubre las intenciones de Wenger, decide desligarse de La Ola y se convierte en algo comparable a la Resistencia, lo cual, como ya se ha visto, le traerá problemas con su novio Marco. Es interesante comprobar cómo, afortunadamente, algunas personas se resisten a creer todo lo que les están contando y se niegan a encomendarse ciegamente a una persona. Piénsese lo que les pasaba a los alemanes que disentían del ideario nazi. Piénsese en la presión que la masa puede ejercer sobre el individuo. Por otro lado, no resulta menos interesante ver cómo afecta al profesor Wenger el experimento, sus gestos de sorpresa en ciertos momentos (ahí está la escena en la que todos los alumnos le saludan al unísono) y, sobre todo, cómo influyen los preocupantes resultados de la experiencia en su relación con Anke, que lo acusa de manipulador.

En definitiva, La Ola es una película que narra con habilidad uno de los experimentos más polémicos que se han realizado en las aulas. El ritmo no decae en ningún momento, y eso se debe, sin duda, a las interpretaciones más que convincentes de Jürgen Vogel y de los que dan vida a sus alumnos, destacando entre éstas las de Marco (Max Riemelt) y Tim (Frederick Lau). Lo único que se le puede achacar es su tono excesivamente moralizante. Por otra parte, es una cinta que invita a la reflexión, lo cual no se estila mucho hoy en día. Tras verla, uno se plantea preguntas como: ¿cuál es el límite de la libertad de cátedra? ¿Cuál es el límite de la libertad de expresión? Pero la más importante, a mi juicio, y que la cinta plantea directamente, es la siguiente: ¿es posible una dictadura en estos tiempos? Con el experimento de Jones (que se realizó, recordemos, en 1967, y nada menos que en Estados Unidos de Norteamérica) quedaba claro que sí y, con La Ola, es evidente que también. ¿Cuáles son los requisitos para que haya un sistema autocrático? Un líder carismático y un grupo numeroso de personas que le siga. El ascenso al poder de un individuo con aires de dictador se ve potenciado por condiciones sociopolíticas y socioeconómicas desfavorables. Recordemos que Hitler fue elegido en 1933, en medio de una crisis económica sin precedentes y con la mayor tasa de paro de la historia de Alemania. El pueblo germano estaba harto de la incompetencia de sus políticos, y vio en Hitler a su salvador. Aunque hoy en día Europa está mucho más unida de lo que lo estaba en los años 30, y la gente está mejor educada, las circunstancias económicas actuales no distan mucho de las de aquella época. ¿Realmente es impensable que surja un dictador en Europa? Mi opinión es que es muy difícil, pero no imposible. Como diría cierto ministro, no descarto esa posibilidad.

Saludos a todos.

domingo, 11 de enero de 2009

¿Se está cumpliendo la "Ley Antitabaco"?


El 26 de diciembre de 2005 el Parlamento de España aprobó, por unanimidad, la popularmente conocida como "Ley Antitabaco" (véase BOE de 27 de diciembre de 2005, número 309, páginas 42.241 a 42.250). Esta ley, que entró en vigor el 1 de enero de 2006, establece una serie de medidas sanitarias frente al tabaquismo y regula la venta, el suministro, el consumo y la publicidad de los productos derivados del tabaco, una droga que es responsable del 90% de la mortalidad por cáncer de pulmón, del 95% de las muertes por enfermedad pulmonar obstructiva crónica, del 50% de la mortalidad cardiovascular y del 30% de las muertes que se producen por cualquier tipo de cáncer. En España fallece cada año, como consecuencia del consumo de tabaco, un número de personas que representa el 16% de todas las muertes ocurridas en la población mayor de 35 años (datos extraídos del BOE anteriormente citado). A la vista de estos datos, uno se pregunta: ¿si el tabaco provoca tantas muertes, por qué no se prohíbe? Así, muerto el perro, se acabó la rabia. Error. Por una parte, la prohibición del consumo y venta de tabaco no solucionaría todos los problemas, ya que se crearía un próspero mercado negro, con todo lo que esto supone; por otra, el Gobierno de turno dejaría de recaudar los impuestos que gravan esta droga. No puede ser. Demasiado dinero en juego. Por tanto, visto que la prohibición es, de todo punto, impensable, lo único que cabe hacer es elaborar leyes que defiendan a los no fumadores frente a los fumadores, como la que es objeto de este reportaje.

Bien: han pasado más de 3 años desde la aprobación de esta norma general (que, por tanto, debe aplicarse en todo el territorio nacional), y uno no puede por más que preguntarse si se está cumpliendo. Pues bien, la experiencia demuestra que no. Dada la respuesta, surge otro interrogante: ¿para qué se promulga una ley, si luego se incumple? ¿No resulta alarmante que en un Estado de Derecho, como el nuestro, pueda uno violar una norma básica y no sea castigado por ello? Que lo que está en juego es la vida de las personas, sean fumadores activos o pasivos. Bueno, ya sé que algunos dirán que importa más la vida de un fumador pasivo, ya que no tiene culpa de inhalar el humo del tabaco. Pero, sin menospreciar la vida del fumador activo, ¿sabéis los gastos que ocasiona a la Seguridad Social el tratamiento de enfermedades relacionadas con el tabaquismo? ¿Por qué tengo que contribuir con mis impuestos a la cura de personas que han enfermado a causa de una droga cuyos efectos conocían desde un principio? Bueno, ahora otros dirán: ¡Qué persona tan fría! ¡Qué falta de sentimientos! ¿Cómo puede dar más importancia al dinero que a la vida de una persona? Pues bien, amigos lectores, eso es justo lo que hace el Gobierno, independientemente de su color político. Obviamente, no puede apoyar el consumo de tabaco, ya que es una postura indefendible y moralmente condenable, pero lo que sí hace es beneficiarse de su consumo, a través del impuesto sobre las labores del tabaco. Sí, digámoslo claramente: el Gobierno gana grandes sumas de dinero a costa de una adicción, y cada vez que se produce una subida de ese impuesto, nos dicen que es una forma de evitar que haya nuevos fumadores y de que los fumadores con solera, o por lo menos algunos, dejen el vicio. Una medida disuasoria. Ya. Una doble moral despreciable, eso es lo que es. Claro, también habrá quien diga que, tal vez, los gastos que el tratamiento de los adictos ocasiona al Sistema Sanitario se compensen con los impuestos que gravan el tabaco. Esto significaría que los fumadores, de paso que compran una cajetilla, o un cartón, pagan una pequeña tasa destinada a costear el tratamiento de las enfermedades derivadas de su adicción. Así, todos los que forman el colectivo fumadoril se protegerían mutuamente. ¿Pero qué diablos es esto? Si realmente fuera así, el balance neto sería cero, por lo que el consumo de esta droga, que ya de por sí no tiene lógica, sería un sinsentido desde el punto de vista económico. Por otra parte, un balance negativo sería insostenible, con lo que sólo se puede pensar en un balance positivo. Pero, aunque los ingresos superen a los gastos, el dinero sigue siendo dinero, y la pasta con la que se mejora la Sanidad Pública procede de todos los españoles (en menor medida de vascos y navarros, ya que la presión fiscal en ambas comunidades es menor que en el resto de España), sean fumadores o no lo sean, por lo que una parte de mi contribución se destinará a la cura de los enfermos, muchos de los cuales serán fumadores. En fin, me he liado con temas que, aunque considero interesantes, no eran, en principio, objeto de este reportaje. Mi intención era, y es, hablar sobre los diferentes artículos de la "Ley Antitabaco" que se han incumplido. Todas las infracciones de la ley que comentaré a continuación se han producido en la ciudad de La Coruña.


CAPÍTULO II

Limitaciones a la venta, suministro y consumo de los productos del tabaco.

Artículo 3. Venta y suministro de los productos del tabaco.

1. La venta y suministro al por menor de productos del tabaco sólo podrá realizarse en la red de expendedurías de tabaco y timbre o a través de máquinas expendedoras (...) y queda expresamente prohibido en cualquier otro lugar o medio.


¿Acaso soy el único que ha presenciado la venta de tabaco en quioscos y librerías, esto es, locales que no forman parte de la red de expendedurías de tabaco y timbre del Estado?

2. Se prohíbe vender o entregar a personas menores de dieciocho años productos del tabaco, así como cualquier otro producto que le imite e induzca a fumar (...).

No ha sido sólo una vez, sino varias veces, las que he visto cómo se vendían cigarrillos sueltos (cuya venta, como veremos, está prohibida) o cajetillas a menores de edad, tanto en establecimientos autorizados, como los estancos, como no autorizados, como los quioscos y librerías a los que me referí antes.

3. En todos los establecimientos en los que esté autorizada la venta y suministro de productos del tabaco se instalarán, en lugar visible, carteles que (...) informen (...) de la prohibición de venta de tabaco a los menores de dieciocho años (...). En estos establecimientos se exigirá a todas las personas compradoras, salvo que sea evidente que son mayores de edad, acreditar dicha edad mediante documento de valor oficial.

Recuerdo que en algunas cafeterías en las que existía una máquina expendedora no había ni rastro de carteles que informaran de la prohibición de venta de tabaco a menores de edad. Y yo nunca he visto a un dependiente pidiendo el DNI a personas que eran, claramente, menores.

4. Se prohíbe la comercialización, venta y suministro de cigarrillos y cigarritos no provistos de capa natural en unidades sueltas o empaquetamientos de menos de 20 unidades.

Hace algún tiempo, aunque menos de 3 años, fui testigo de la venta de cigarrillos sueltos en un quiosco a un menor. ¡Triple infracción!

Artículo 4. Venta y suministro a través de máquinas expendedoras.

La venta y el suministro a través de máquinas expendedoras se realizará de acuerdo con las siguientes condiciones:

a) Uso: se prohíbe a los menores de dieciocho años el uso de máquinas expendedoras de productos del tabaco.

Seguro que no he sido el único que ha visto a menores utilizando máquinas expendedoras de tabaco.

b) Ubicación: las máquinas expendedoras de productos del tabaco sólo podrán ubicarse (...) en una localización que permita la vigilancia directa y permanente de su uso por parte del titular del local o de sus trabajadores (...).

¿Vigilancia directa? ¿Y permanente? Sinceramente, ¿es serio pensar que los trabajadores de un local que cuenta con una máquina expendedora, como un bar o una cafetería, van a estar haciendo guardia frente a dicha máquina, cual centinelas, para saber quién compra tabaco y, en caso de que sea obvio que es menor de edad, pedirle el DNI?

d) Características: para garantizar el uso correcto de estas máquinas, deberán incorporar los mecanismos técnicos adecuados que permitan impedir el acceso a los menores de edad.

Sí, una idea muy interesante. ¿Alguien sabe cuáles son esos "mecanismos técnicos"?

Artículo 7. Prohibición total de fumar.

Se prohíbe totalmente fumar, además de en aquellos lugares o espacios definidos en la normativa de las comunidades autónomas, en:

d) Centros docentes y formativos, independientemente de la edad del alumna
do y del tipo de enseñanza.

Más de una vez me he encontrado, en los despachos de algunos profesores universitarios, con una densa cortina de humo.

Artículo 8. Habilitación de zonas para fumar.

2. Podrán habilitarse zonas para fumar únicamente en los lugares (...) que reúnan, al menos, los siguientes requisitos:

b) Deberán estar separadas físicamente del resto de las dependencias del centro o entidad y completamente compartimentadas (...).


Cuando se habla de estancias "completamente compartimentadas" se da por hecho que las puertas que dan acceso a los habitáculos deben estar cerradas, salvo cuando entren o salgan los clientes y/o trabajadores de los locales. Sin embargo, no es raro encontrarse con las puertas sistemáticamente abiertas ya que, de esta manera, se evita "el enorme esfuerzo" que supone el proceso apertura-cierre.

3. En las zonas habilitadas para fumar de los establecimientos a que se refiere e
l presente artículo no se permitirá la presencia de menores de dieciséis años.

Aquí se hace patente el egoísmo de los fumadores. ¿Cuántas veces los no fumadores nos hemos visto arrastrados por uno o más fumadores a la zona de fumadores de un local? ¿Cuántas veces nos ha preguntado un fumador a los no fumadores si nos importa que fume en nuestra presencia? Lo único que les importa es su cigarrillo. Y no os extrañe ver a menores en el interior de las "narcosalas", lo cual, además de ser una violación de la ley es, en el caso de que el menor vaya acompañado por adultos, una irresponsabilidad por parte de éstos.


Bien, estos son los artículos de la "Ley Antitabaco" de cuya vulneración he sido testigo. Si estáis interesados, podéis leer la norma en el BOE cuya referencia indico al principio del reportaje; tal vez encontréis algún otro artículo que se haya contravenido en vuestra presencia.

De tres años para acá no se puede hablar, por tanto, de cumplimiento íntegro de la ley. Habrá personas que consideren que el repertorio de infracciones legales que recojo en este reportaje no significan nada frente a los avances que se han producido en la cruzada contra el tabaco. Sí, es cierto, se han producido avances, y muy importantes. Por ejemplo, la prohibición de fumar en los centros de trabajo públicos y privados es un gran logro. Y no hace tantos años que se permitía fumar en autobuses y centros sanitarios. Pero, aunque algunos le quiten hierro al asunto, no dejan de ser incumplimientos de una norma básica. Leves o graves. Llámenles como quieran. Pero incumplimientos al fin y al cabo. Nunca pensé que tendría que pedir al Estado que hiciera cumplir la ley y que castigara a quienes la violan. Que la Inspección de Sanidad funcionara con diligencia y sin miramientos. Si los poderes públicos no garantizan la seguridad de sus ciudadanos, la seguridad sanitaria nada menos, ¿de qué nos vale vivir en un Estado democrático y de derecho, tal y como reza nuestra venerada Constitución? Desgraciadamente, el optimismo que tenía cuando la ley entró en vigor se ha tornado en pesimismo.

No obstante, recuerdo que, tras la aprobación de la ley, se me habían ocurrido una serie de medidas para endurecerla. Voy a citarlas aquí, aunque pueda no tener mucho sentido, ya que si algunas de las que se han establecido no se cumplen... Pero, en fin, allá van:

1.- Prohibición total de fumar en los bares, cafeterías y restaurantes, independientemente de su superficie. La ley actual obliga a construir habitáculos para fumadores sólo en establecimientos cuya área útil sea igual o superior a cien metros cuadrados. En el resto de locales no sólo no tiene por qué existir tal separación física, sino que es el titular quien decide si se permite o no fumar. Sé de una cafetería de la ciudad, bastante concurrida, cuya superficie útil es inferior a cien metros cuadrados, en la que se prohibió fumar desde el 1 de enero de 2006. El panorama era desolador: estaba prácticamente vacía. La reacción era de esperar: al cabo de unas semanas se permitió fumar. Ganaron los fumadores. España, digan lo que digan, sigue siendo un país de hosteleros, y si no hay clientes, no hay beneficios. ¿Qué sería de los españoles, de esos españoles de destape, tapa y tapete, muchos de ellos fumadores, si les dijeran que en su bar de toda la vida no se puede fumar? ¿Qué harían si los únicos lugares en los que pudieran fumar fueran la calle y sus casas? ¿Serían capaces de aceptarlo? Cada vez que pienso en esto me viene a la cabeza una campaña de publicidad ficticia que aparecía en cierto capítulo de The Simpsons, y cuyo eslogan era el siguiente: "¡50 millones de fumadores no pueden estar equivocados!". He aquí, de nuevo, el egoísmo de las chimeneas humanas. Creen, en su infinita sabiduría, que su adicción no es tan mala y que no resulta tan molesta. Dicen que los están persiguiendo y que los tratan como apestados. Que están coartando su libertad. Pero nunca piensan en el daño que le están haciendo a los que les rodean, y en que, tal vez, sean responsables de su muerte por cáncer de pulmón.

2.- Prohibición total de fumar en instalaciones deportivas, sean o no al aire libre. Según la ley en vigor, sólo existe tal prohibición en las instalaciones que no sean al aire libre. Hace años fui al estadio de Riazor y, justo delante, me tocó un pertinaz fumador de puros. Salí de allí con un mareo considerable y sin ganas de volver a un estadio de fútbol, aunque reconozco que no fue solo el humo del tabaco lo que hizo que no volviera.

3.- Los trabajadores que, en horario laboral, abandonen el lugar de trabajo para fumar deberán recuperar el tiempo perdido o les será aplicado un descuento en su sueldo.

4.- Aunque no está directamente relacionado con la "Ley Antitabaco", sino más bien con el Sistema Sanitario, sería interesante que, si se demuestra que una persona ha enfermado a causa del tabaco y quisiera ser tratado de su dolencia, tuviera que recurrir a un seguro privado.

Para aprobar estas medidas haría falta que nuestros gobernantes los tuvieran cuadrados. Desgraciadamente, no andan muy sobrados de valentía. Demasiados votos en juego.

En fin, la cosa está clara. Visto que la prohibición del consumo y la venta de tabaco no resolvería todos los problemas, y que la doble moral del Gobierno de turno seguirá ahí per secula seculorum, el único camino para luchar contra el tabaco es elaborar leyes cuyo fin último sea proteger a los no fumadores. Esas leyes deberían armonizar todas las normativas autonómicas (como, efectivamente, lo ha hecho la "Ley Antitabaco") y, obviamente, ser cumplidas. Y, si no se cumplen, habrá que castigar a los infractores, para lo cual hay que disponer de los medios adecuados. Conforme pase el tiempo, se deberían endurecer, hasta el punto de prohibir fumar en las vías públicas, como ya ha pasado en ciertos lugares de Estados Unidos de Norteamérica. Pero, claro, estamos en España, y ya se sabe, las cosas de palacio van despacio.

Saludos a todos.