sábado, 30 de enero de 2010

Reseña cinematográfica: "La cinta blanca"


Título original: Das Weisse Band.

Nacionalidad: Austria - Alemania - Francia - Italia.

Género: Drama.

Duración: 144 minutos.

Calificación: ***** (en una escala de 0 a 5 estrellas).


Advertencia: quien no haya visto la película, que no lea esta reseña.


Es ésta una película extraordinaria. Una obra maestra de su director, Michael Haneke, del cual ya había oído hablar (y no bien, por cierto). Aunque La cinta blanca exige dedicación por parte del espectador, dado el gran número de personajes que en ella intervienen, toda vez que se sumerja en el universo hanekiano se dejará llevar como una pluma arrastrada por una corriente de aire caliente, y se elevará hasta límites desconocidos para él. El filme narra los extraños sucesos que tienen lugar en un pueblecito del norte de Alemania en los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial, una época caracterizada por el autoritarismo y la hipocresía, en la que las mujeres eran esclavas de sus maridos, y la educación de los niños, el corazón de la película, se basaba en el uso de la fuerza y no de la palabra. Se trata de una historia sencilla, narrada con ritmo cadencioso mas sin caer en ningún momento en el tedio, a pesar de los largos planos que pueden hacer dudar a más de uno, pero que no son sino un elemento del que se sirve el realizador para hacer más vívidos ciertos momentos de la cinta. Una historia coral, de la que todos los personajes son protagonistas y ninguno es descuidado, que rezuma clasicismo y en la que la forma de contar las cosas es más importante que lo que se cuenta. La magistral fotografía en blanco y negro y el sobrio vestuario trasladan al público a la época en que tienen lugar los hechos, y tanto el lenguaje empleado por los personajes como la ausencia de banda sonora reflejan la rigidez de la sociedad de aquellos tiempos. Pero La cinta blanca no sería la maravilla que es sin sus actores, porque es una película de actores, que dan vida con gran maestría a unos personajes que quedan fijados en la memoria del espectador: el barón, el capataz de su finca, el pastor, el médico, el maestro, y los niños. Todos ellos protagonizan escenas cargadas de dramatismo, pero hay una que es especialmente emotiva: el diálogo que mantienen el pastor y su primogénito en torno al motivo por el que éste apenas duerme. Es, sin duda, uno de los momentos cumbre de la película. Por otro lado, el hecho de que Haneke muestre a cada familia como un microcosmos no es más que otro reflejo de la rigidez social de la época, en la que los trapos sucios del clan se lavaban en casa y, a no ser que hubiera alguna fiesta o sucediera algo fuera de lo normal, no se entablaba conversación con otros habitantes del pueblo.


En lo que respecta al final abierto de la cinta, cuya idoneidad ha sido puesta en duda en ciertas reseñas: la historia está contada en primera persona y, por tanto, el espectador sabe lo que pasa por lo que el maestro, que es el narrador, ha vivido. Una vez que él se ha ido del pueblo, y no lo vuelve a visitar, es imposible saber lo que pasa tras su marcha y, en consecuencia, las preguntas que surgen a lo largo del filme se quedan sin respuesta. ¿Cuál es el problema? El problema es que el público está acostumbrado a los finales cerrados, muchas veces felices sólo para que se sienta bien cuando salga de la sala, y en general a las películas que no incitan a la reflexión, pues se le da todo masticado. Un final abierto como el de La cinta blanca es, pues, coherente con la perspectiva desde la que se narra la historia y no es malo en absoluto, ya que fuerza al espectador a pensar. Y, en cuanto a la exploración de las raíces del nazismo, cuestión que, curiosamente, se ha visto envuelta en polémica: la pretensión de Haneke no es explicar el origen político del fascismo alemán, tal y como se recoge en una entrevista realizada al creador austríaco, la cual figura en la página web oficial de La cinta blanca, sino analizar la época en que se criaron y la educación que recibieron los niños que años después se sintieron fascinados por la figura de Hitler, le votaron y le siguieron acríticamente hasta la muerte. De todas formas, no es necesario apoyarse en las declaraciones del director para saber que su intención es ésa: un espectador con un mínimo de cultura sabe que el Partido Nazi alcanzó el poder en Alemania a comienzos de los años treinta y es evidente que los niños que vivieron la Primera Guerra Mundial serían, por edad, los futuros acólitos del Führer. ¿Fue el trato salvaje que les propinaban sus padres cuando eran niños una influencia decisiva en la vida que llevaron después? ¿O estaban tan habituados a la presencia de una figura autoritaria en sus vidas, la de su padre, que cuando ésta envejeció o desapareció se sintieron necesitados de otra? Éstas son algunas de las preguntas que surgen tras haber visto el filme. Cuestiones relacionadas con el factor humano, no con el origen político del nazismo.


En resumen: La cinta blanca es una película brillante, abierta a diferentes interpretaciones, y que incita a la reflexión, algo no muy común en el cine que se hace hoy en día. Finalmente, el gran número de premios que ha cosechado (la Palma de Oro y el Globo de Oro, entre otros), y los galardones que le quedan por ganar (Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa incluido) avalan su calidad.


Saludos a todos.

2 comentarios:

Frizork dijo...

Completamente de acuerdo contigo. La Cinta Blanca me ha encantado y se merece sin duda ese Óscar.

taio dijo...

interesant